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Rompiendo techos de cristal – Edición # 89
De hace un par de días para acá se han estado ventilando nombres de personas que podrían asumir cargos de funcionarios públicos. Las redes sociales se constituyen en uno de los medios de comunicación de divulgación de este tipo de noticias por excelencia, y así, se han contado con listas en las cuales figuran nombres nuevos y no tan nuevos en la política, e incluso algunos nombres de personas que ya partieron a mejor vida.
Ante tanta especulación e incertidumbre, es necesario hablar sobre un punto trascendental en la nueva política del país: la reconfiguración del techo de cristal mediante el nombramiento oficial de mujeres en el nuevo gabinete de gobierno y la esperanza que este paso se constituya en una constante a partir del primero de junio.
Es necesario aclarar este concepto que se origina a mediados de la década de los 80, y se refiere específicamente a la carrera laboral de las mujeres, las cuales tienen una barrera invisible que les impide llegar a puestos claves a pesar de contar con la cualificación necesaria. Pese a que el término fue empleado en el ámbito empresarial, también se aplica a la política, pues no es un tema ajeno a la sociedad internacional. Tanta es la importancia sobre el tema, que dentro de la agenda internacional se ha configurado un esfuerzo específico, dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, para asegurar la participación plena y efectiva de las mujeres y la igualdad de oportunidades de liderazgo a todos los niveles decisorios en la vida política, económica y pública.
Los esfuerzos que en el país se han gestado para lograr alcanzar este objetivo no han sido pocos, sin embargo, se ven opacados por algunos partidos políticos, que en su interior no han consolidado una posición clara ante la existencia de esta barrera invisible. En muchos casos negándola, o se desligan de mecanismos que podrían coadyuvar a romper este techo de cristal, por ejemplo, las cuotas de género, o la idea de un gabinete paritario. El resultado de esta última idea, la podemos ver claramente en la Asamblea Legislativa, en la cual solo se cumple con el 2% más de la cantidad de mujeres que por ley debieran ocupar las curules.
En el ejecutivo las cosas son diferentes, pues estos cargos, designados por confianza e idoneidad no tienen cuotas. Sin embargo, la presencia de mujeres a la cabeza de los despachos ministeriales ha sido limitada, pero muy destacada. El nombramiento de María Eugenia Brizuela de Ávila como Ministra de Relaciones Exteriores, o la multi condecorada Dra. María Isabel Rodríguez en su papel de Ministra de Salud.
El nuevo gobierno tiene la oportunidad de continuar con esta idea disruptiva y romper los techos de cristal. Más del 50% de habitantes en el país son mujeres, y los tomadores de decisión son en su mayoría hombres.
Es necesario que la representación de mujeres en puestos clave de gobierno sea mayor a un tímido 32% , ya que de esta forma se tendría una visión un poco más integral de las necesidades de las mujeres. Esto no quiere decir que el solo hecho de contar con mujeres en puestos claves sea garantía de una política más equitativa; sin embargo, la representación de la figura de la mujer en política puede servir como un primer paso para lograr cerrar la brecha de género, que ha sido una constante y una deuda en la política del país.
Con el anuncio de tres ministerios a cargo de mujeres, que ya sea por su trayectoria académica o su trayectoria laboral han sido designadas como ministras por el nuevo presidente, se da paso a la idea de que ministerios con mayor volumen sean también asumidos por mujeres. Sería interesante en este sentido, poder contar con mujeres en ministerios como el de Hacienda, Seguridad, Educación, Salud y Trabajo y Previsión Social.
Es necesario que estos primeros nombres sean sucedidos de más nombres de mujeres en puestos trascendentales. Con esto, se estarían quebrando esquemas y posicionando en puestos claves a mujeres, para que sean ellas quienes puedan, de una vez por todas, romper ese techo de cristal, que tanto tiempo ha ahogado al país en una visión de hombres.