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EL DEBER DE IMPARCIALIDAD DEL ÁRBITRO – Edición #85
Jan Paulsson establece que la idea de arbitrar consiste en que las partes que someten sus conflictos a dicho método deben de tener la serenidad de aceptar la decisión que se otorgue en un laudo, por la confianza que se genera en las personas que se escogieron como sus árbitros. El arbitraje consiste en obtener una justicia a la medida, y para ello se requiere que aquellos que brindan su servicio como árbitros estén conscientes que el éxito del crecimiento del arbitraje está en sus manos.
Cuando se habla de un buen arbitraje en los foros internacionales y por la doctrina más autorizada se recalca que: los arbitrajes serán tan buenos como la decisión que se tome de quienes van a ser sus árbitros. En esta oración se resume la razón de ser del arbitraje, pues si los árbitros no alcanzan a valorar su obligación como generadores de paz social, una mala decisión por no haber cumplido su deber de imparcialidad puede generar un efecto de escalada en el conflicto al que se le llamó a resolver.
Por ello, es indispensable recalcar que los árbitros no solo deben ser personas probas e imparciales, sino que además deben de parecerlo, dispuestos a brindar un servicio, pues el pago que hacen las partes a los árbitros no es con el objeto de que estos defiendan sus posiciones, (para eso se pagan a los abogados de parte) sino que es la retribución económica para que estudien el caso y que de manera objetiva después de haber estudiado las posiciones y las pruebas, diriman quien tiene la razón en un conflicto.
En honor a la verdad, debemos señalar que las partes de manera pragmática buscan a un árbitro de parte que más o menos tenga un pensamiento similar a la posición de la parte que lo propone, así, – señala la doctrina más autorizada – es fácil de probar esta hipótesis cuando se observan que en los laudos con voto disidente, estos generalmente provienen del árbitro nombrado por la parte perdidosa.
Por ello, el tema de imparcialidad es un tema difícil de identificar, pues es un tema subjetivo que muchas veces puede pasar inadvertido aún por las partes. Solo en la conciencia propia del árbitro se puede establecer si tiene algún tipo de simpatía o si se ha colonizado con alguna de las posiciones de las partes antes de dictar el laudo arbitral.
El tema de que un árbitro exteriorice su parcialidad se convierte en un tema ético más que legal, pues si el árbitro se siente en la penosa situación de prejuzgar, debe hacérselo saber a las partes, si eso no se cumple, el arbitraje pierde su razón de ser, porque el elemento confianza en las personas que van a juzgar es lo que ha generado que el arbitraje sea una de las formas más antiguas de resolver los conflictos y en materia de comercio internacional el método más utilizado para resolver problemas de diversas índoles.
En El Salvador, el arbitraje no se ha desarrollado como un método efectivo para resolver los conflictos, muchos de los casos que se mencionan en los despachos es que la desconfianza se genera a través de malas experiencias que se pudieron haber sufrido, esas experiencias en temas internacionales crearon lineamientos que ayudan a identificar y resolver el tema de independencia e imparcialidad de los árbitros, así la International Bar Association trabaja con expertos cada cierto tiempo generando lineamientos que ayuden a los árbitros y a las partes a determinar posibles conflictos de intereses.
Una vez más, el trabajo de los conocedores del tema debe de ir enfocado a recalcar en las nuevas generaciones la importancia del trabajo ético e imparcial como árbitros, en un país como el nuestro, donde el sistema judicial cada vez es más sobresaturado con diversas demandas, el arbitraje debería de ser la principal opción para colaborar al Estado en el cumplimiento del deber de justicia y en ese sentido, si las nuevas generaciones entendieran la función social del arbitraje y los deberes éticos del árbitro, podríamos alcanzar los niveles alcanzados en otros países.
Si se generara confianza y educación sobre el arbitraje, nuestra ubicación territorial permitiría abrir un nuevo rubro de servicios internacionales para personas que buscan destinos amigables con la institución y a pesar que para ello necesitaríamos la reforma a la ley de arbitraje de la cual requeriría muchas mas palabras y tiempo para desarrollar el tema, primordialmente se debe trabajar en inculcar valores de ética y probidad en las nuevas generaciones de posibles árbitros, pues de la mano de la imparcialidad e independencia del árbitro viene el prestigio, algo que se valora en los ámbitos internacionales para generar la confianza de la que nos habla Jan Paulsson en The idea of arbitration.