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Crisis Covid-19: una gran oportunidad para El Salvador

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Columna escrita por  el Dr. Claudio M. de Rosa, investigador asociado de la UFGCatedrático de la UJMD de Facultad de Posgrados y Educación Continua. Además, es asesor en asuntos económicos y fiscales en la Asamblea Legislativa.

El Salvador, como muchos países del mundo, está inmersos en una “crisis” que afecta el sector de la salud ante las amenazas del Covid-19, así como por el aislamiento social que se ha decretado. Pero en el ámbito económico no estamos en crisis, sino en una situación de “precrisis” ante las amenazas de recesión mundial, y lo que le pueda suceder a la economía salvadoreña tras la cuarentena.

Vivimos una precrisis económica ante las primeras señales adversas: reducción en órdenes de compra, tiendas cerradas, negocios con restricciones y el sector productivo con limitaciones. Aunque lo más preocupante para El Salvador es lo que suceda en las economías de Estados Unidos de América (EUA), Costa Rica, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá, nuestros principales socios económicos, con un destino del 87% de las exportaciones salvadoreñas ($5.17 mil millones en 2019, de $5.94 millones).

Además, debe preocuparnos la situación del empleo en EUA, donde el Covid-19 causó un récord de 3.3 millones de solicitudes de desempleo en la última semana del sábado 21 de marzo, después de las 282 mil solicitudes la semana anterior. Obviamente, las remesas familiares se reducirán, lo cual, junto con un posible menor ingreso de divisas de las exportaciones, causará una disminución de la demanda en El Salvador, frenando la actividad económica.

Ese adverso impacto aún no lo vivimos en El Salvador, estamos en “precrisis”, dada las primeras señales, lo cual demanda que nos prepararemos desde ahora. Esto significa pensar las posibles soluciones a la crisis que enfrentará la empresa o la organización, para fortalecerla y superarla exitosamente.

Recuerde, la definición china de crisis es “peligro” y “oportunidad”. Por tanto, tome la situación como una “oportunidad” para cambiar, transformarse, innovar productos, servicios y su relación con el mercado, de lo contrario, puede estar dictando la sentencia de muerte de la empresa u organización. 

Considere que las prioridades y las exigencias de los consumidores que ya estaban cambiando, ahora se transformarán vertiginosamente. Y cuidado, que la competencia también está pensando en cómo llegar a los consumidores con productos de mayor calidad y en el momento preciso.

Ante esta situación, prepare un plan de crisis para informar, responder, notificar, movilizar recursos y tomar decisiones. Además, evite estresar a sus colaboradores/trabajadores, busque cómo mantener un clima positivo, para que su equipo, mandos altos y medios y todo el personal se conviertan en protagonistas del proceso transformador. Esto también le permitirá preservar el negocio y proteger el valor de la marca y los productos y servicios que brinda.

 

Después de esta crisis todo va a cambiar

Todas las políticas económicas, sociales y ambientales van a cambiar radicalmente tras las consecuencias del Covid-19. Por tanto, olvide mantener el status quo ni piense que todo va a seguir igual como antes.

He escrito en diversas ocasiones que “no son los países ricos los que innovan sino que son ricos porque innovaron”. Tampoco, es cosa del tamaño territorial ni la riqueza natural, sino de capacidades humanas y de la decisión de innovar sistemáticamente. 

Pero eso requerirá tener educación de calidad y cobertura universal hasta bachillerato, y luego educación superior para emprendedores y futuros profesionales, que respondan a las demandas de la 4ª Revolución Industrial, de la sociedad digital.

Como interesante ejemplo, comparemos a El Salvador –que según el Índice Mundial de Innovación 2019, se ubica en la posición 108 entre 128– con Singapur en el 8° lugar en el mundo. Desde que este país se separó de Malasia y se constituyó como República de Singapur (9/agosto/1965), ha prosperado rápidamente en 55 años y es uno de los “cuatro tigres asiáticos”.  

Singapur tiene 5.7 millones de habitantes (El Salvador 6.5 millones), con una extensión territorial de 722 km2 (el departamento de Cuscatlán: 756 km2), generan un Producto Interno Bruto, de $324 mil millones según el Banco Mundial ($56,286 per cápita), mientras que el de El Salvador es de $27 mil millones ($3,922 per cápita); y exportan $385,000 millones comparado con $12 mil millones de El Salvador. La diferencia está en la capacidad de innovar que gobiernos y empresa privada, más educación universal de calidad, le han dado a Singapur.  

Algunos subíndices del Índice Mundial de Innovación 2019, revelan las deficiencias que El Salvador debe superar. Entre los 128 países evaluados en el mundo, El Salvador se ubica en “educación” en el lugar 108, en “investigación y desarrollo”, 107; en “infraestructura general, 121; en “enlaces de innovación”, 154. En “impacto del conocimiento”, 121, en “creación de conocimiento” 128 (último lugar); y en “bienes y servicios creativos”, 107.

Hace 100 años, los gobernantes y sector privado debieron decidir sumarse a la revolución industrial o aferrarse a la economía primaria (agricultura y minería, entre otros). El Salvador decidió apostar a la economía primaria. Entonces, los países que apostaron a la industrialización se convirtieron en los países ricos y El Salvador no prosperó mayormente.

Se perdió una gran oportunidad. No lo hagamos otra vez. Debemos insertar al país a la sociedad digital, incentivarlo a ser parte de la 4ª Revolución industrial y subirnos al carro del progreso.

Para esto, Gobierno y sector privado, deben unir voluntades para diseñar un Plan de Nación a 20-30 años, para transitar con decisión a la sociedad digital y convertir a El Salvador en un país que progresa socioeconómicamente de la mano de la tecnología

 

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