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La cuenta hecha sin calculadora por ciegos, sordos y mudos

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La elección de magistrados de la Corte de Cuentas (CCR) está a la vuelta de la esquina, ya han empezado las entrevistas en la Asamblea Legislativa de los aspirantes, pues el 30 de julio del año 2017 terminan sus funciones los actuales integrantes.

La Corte de Cuentas, es un guardián bien armado para el Estado de Derecho por tener la atribución de administrar justicia de cuentas. Es el facultado y obligado a amonestar las posibles corrupciones de quienes integran los órganos del Estado. El art. 195 de la Constitución de la República da un catálogo de atribuciones para dicha corte, entre ellas el vigilar las cuentas de los funcionarios y empleados que administran o manejan bienes públicos.

Quienes son controlados escogen quienes los controlan (magistrados de CCR) y los controlados (funcionarios y empleados) prefieren que quien pueda controlarlos sea alguien que no tenga calculadora, que esté ciego, sordo y mudo, sin calculadora para que cuando las cuentas no guarden coherencia, igual se dé el aval. Ciego para que no se vea lo malo que se ha hecho, sordo para que no se escuche la verdad, mudo para que los callados no se hagan preguntones. Que los opinados no se hagan opinadores, los solos no se junten. Para vaciar la cabeza del pueblo o para llenarla de basura y así no se abra nunca el ropero donde el sistema guarda sus viejos disfraces.

Al pueblo lo tienen masticando un chicle que hace rato no sabe a nada, la CCR no debe hacer el papel de pinocho, pues es a ella la que le corresponde reprochar todas las mentiras de funcionarios y empleados controlados, respectos de las cuentas del dinero del pueblo. Pero si deliramos un ratito y se escogen a fin de cuentas magistrados que quieran, puedan y cumplan la Constitución, El Salvador avanzará como país y obligará a los funcionarios y empleados controlados a ser más sinceros con el pueblo.

Tal como lo dice el escritor Uruguayo Eduardo Galeano: “Una cerilla quizá no ilumina toda la habitación, pero todos en la habitación pueden verla”. Probablemente la Corte de Cuentas no sea el medicamento en que cure todas las enfermedades del Estado, pero todos veremos, como lo hemos visto con la Sala de lo Constitucional, un cambio positivo. Se pueden dar pasos buscando el equilibrio, equilibrio que traerá como una consecuencia necesaria la justicia en el país.

Elegir magistrados de la Corte de Cuentas, como debe ser, puede ser un suicidio para algunos que los eligen, y nadie en su sano juicio se suicida. El suicidio es de cobardes, pero en este país el suicidio como metáfora de dejarse controlar, sería un título solo para héroes.

 

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