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Efectos heterogéneos de la crisis en los hogares salvadoreños

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Si queremos calibrar el efecto que la pandemia provocará (sea que amplíe o profundice) en las brechas ya existentes de desigualdad en nuestro país, necesitamos ir más allá del análisis macroeconómico, y tratar de comprender la pérdida de bienestar que están experimentando distintos grupos en función de su vulnerabilidad ante la crisis

Escrito por Carmen Aída Lazo – Decana de Economía y Negocios de la Escuela Superior de Economía y Negocios (ESEN).

De acuerdo a las últimas estimaciones de la CEPAL, la economía del país -medida por el Producto Interno Bruto- caerá 8.6% el presente año. Esta es la reducción más grande de las últimas décadas, únicamente comparable con la contracción experimentada al inicio de la guerra civil en 1981.

Las proyecciones de crecimiento económico- y en este caso, de recesión económica- son las que más acaparan la atención en las discusiones y análisis sobre los efectos de la crisis durante esta pandemia.

Sin embargo, por lo general las cifras macroeconómicas solo reflejan efectos promedios y, por ende, ocultan los impactos heterogéneos que las crisis provocan en diferentes grupos poblacionales. Dicho de otra manera, cuando se dice que la economía se contraerá 8.6% en 2020, quiere decir que en promedio los ingresos de la población caerán en dicho porcentaje. Por lo que para mientras, para miles de familias esta crisis representa la pérdida de empleos y salarios de uno o más de los miembros del hogar, para aquellos hogares que han podido conservar sus fuentes de ingreso, los impactos son de menor magnitud.

Si queremos calibrar el efecto que la pandemia provocará (sea que amplíe o profundice) en las brechas ya existentes de desigualdad en nuestro país, necesitamos ir más allá del análisis macroeconómico, y tratar de comprender la pérdida de bienestar que están experimentando distintos grupos en función de su vulnerabilidad ante la crisis. En otras palabras, para que las políticas públicas sean más efectivas en atenuar los impactos negativos, necesitamos saber quiénes están siendo más afectados.

Como se puede observar en la siguiente tabla, una primera dimensión de vulnerabilidad se encuentra en el sector económico. Si bien la pandemia ha provocado una paralización bastante amplia de las actividades, sectores como el comercio, restaurantes, hoteles, industria manufacturera, actividades profesionales y construcción son los que han experimentado las mayores pérdidas de empleos formales (hasta abril de este año). En cambio, los empleos en el sector público -que representan el 22% del empleo formal total- se han mantenido constantes.


Esta crisis también impacta en los hogares en función de su nivel de alfabetización digital y acceso a computadora e internet. Tal como podemos ver a continuación, existe una brecha de acceso a internet y computadora entre hogares urbanos y rurales.

En otros términos, mientras que hay familias en las que sus miembros han podido continuar trabajando o estudiando de manera remota desde sus hogares, hay miles de personas que no cuentan con tal posibilidad. Es particularmente preocupante la falta de alfabetización digital en las zonas rurales, así como el limitado acceso a computadora.

Mientras que algunos niños y jóvenes han podido continuar estudiando de manera ininterrumpida con clases y recursos digitales, miles de estudiantes no han tenido la misma oportunidad. Lo cual se traduce en la creación de una brecha de desigualdad entre quienes tienen o no acceso educación, desde que se cerraron las instituciones educativas en marzo.

Una tercera fuente de vulnerabilidad es la dependencia de los hogares de las remesas familiares. Se estima que una de cada 5 familias recibe remesas en El Salvador, y de acuerdo al Fondo Monetario Internacional (FMI), estas podrían caer un 17% en el presente año. Para las familias que reciben remesas, estas representan en promedio el 45% de sus ingresos totales. La dependencia de remesas es también mayor en la zona oriental del país.

Adicionalmente, quienes obtienen sus ingresos en el sector informal -por ejemplo, a través de ventas ambulantes-, han visto fuertemente reducidos sus ingresos. En El Salvador, 7 de cada 10 personas trabajan en la informalidad, y miles de familia enfrentan un enorme riesgo de caer en pobreza, incluso en pobreza extrema, como consecuencia de la crisis.

El continuo análisis de los efectos que la crisis produce en diferentes segmentos de la población es fundamental para el diseño de estrategias que permitan mitigar tales impactos. Por esa razón, en un contexto donde los recursos fiscales son limitados, es fundamental contar con información que permita destinar los apoyos a donde más se necesitan.

 

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