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Aprendizaje obtenido sobre la cobertura de riesgos asegurados en la época post-COVID19
Por: Dr. Diego Martín Menjívar – Socio Consortium Legal, con especialidad en Derecho de Seguros.
Sin entrar al análisis de cuánto tiempo más durará la pandemia del COVID19, luego de un poco más de un año de haber llegado a El Salvador los efectos de la misma, ya es posible hacer un análisis retroactivo de los efectos que la pandemia tuvo sobre nuestra vida, tanto en lo personal, en nuestro ámbito familiar, respecto de nuestra salud, nuestros bienes, así como en lo profesional y empresarial, que fueron tanto negativos como positivos, así como los aprendizajes que nos está dejando esta pandemia que nos obliga a reconsiderar muchas cosas en la época post-COVID19.
En materia de seguros no es la excepción. La situación vivida a nivel mundial dio lugar a importantes pérdidas patrimoniales y personales que conllevó a la necesidad de verificar las coberturas de riesgos asegurados con las que empresas y personas contaban en sus diferentes pólizas de seguro, tanto en materia de vida, salud y daños.
La gran sorpresa, de forma ampliamente generalizada es que – en una gran mayoría – las pérdidas materiales acontecidas como resultado de los cierres y cuarentenas ordenadas por los distintos gobiernos, así como los gastos derivados de la enfermedad y fallecimiento de millones de personas, simplemente NO tenían cobertura en las diversas pólizas que habían contratado, o bien estaban expresamente excluidas en los contratos de seguros, lo que dejaba altamente expuestos a empresas y personas a soportar dichas pérdidas económicas con su propio patrimonio, al punto de verse en una situación tan crítica como la quiebra de cientos de miles de empresas a nivel mundial, así como del desamparo económico de millones de familias ante los altos costos económicos que representó la atención médica de emergencia o incluso los gastos funerarios, sin olvidar la repercusión económica futura que enfrentarían al perder a aquellos miembros de familia que eran los generadores de ingresos.
Esta falta de cobertura no es casualidad. Muchas aseguradoras que fueron económicamente golpeadas por otro tipo de epidemias años atrás, como el brote de SARS o MERS, les dejó como aprendizaje la introducción de cláusulas de exclusión para epidemias y pandemias. Asimismo fueron más cuidadosas en relacionar las coberturas de interrupción de negocios, pérdida de utilidades y otros como seguros de viaje, a daños materiales a los bienes y mercancías, activos, etc. expresamente cubiertos en dichas pólizas.
En tal sentido, estas coberturas se activan siempre y cuando el siniestro sea ocasionado por daños a los activos de la compañía, en el caso de seguros generales o de daños (no vida). Por ejemplo, podemos mencionar los daños que una empresa recibe por un incendio en sus instalaciones, que daña además de sus activos fijos, sus inventarios y la obliga a cerrar mientras no se reparen dichos daños.
Al contrario, las pérdidas ocasionadas por la interrupción del negocio si serían cubiertas en este caso, pero los cierres ocasionados por órdenes gubernamentales, cuarentenas generalizadas, etc., no producen un siniestro en los activos o mercancía de las empresas, por lo que la cobertura de interrupción de negocios o de pérdida de utilidades, no aplicaría en este caso.
A nivel mundial, miles de compañías de seguros se limitaron simplemente a rechazar a diestra y siniestra la gran mayoría de reclamos relacionados a la pandemia del COVID19, lo que ha abierto miles de procesos administrativos, arbitrales y/o judiciales en contra de aseguradoras en todo el planeta, y que aún estamos pendientes de ver como resultan.
Y es que ni siquiera por una decisión comercial estratégica, las aseguradoras se encontraban en la posibilidad de flexibilizar sus políticas de reclamos sobre siniestros no cubiertos, en vista que éstas a su vez no podrían reclamar los reaseguros relacionados a dichas indemnizaciones, por lo que optaron por proteger su negocio, como cualquier otra empresa lo hubiera hecho igualmente.
Hay excepciones por supuesto, y muchas empresas aseguradoras todavía se encuentran expuestas a sufrir importantes pérdidas por coberturas que si aplican y que por lo tanto los asegurados pueden reclamar con pleno derecho. Podemos mencionar por ejemplo las coberturas por cancelación de eventos deportivos, culturales o musicales, que normalmente si tienen cobertura inclusive por pandemia, o cierres gubernamentales. El ejemplo más importante a mencionar sería los juegos olímpicos que se suspendieron en el año 2020. Otras coberturas que podemos mencionar, son las relacionadas al seguro de crédito comercial, que cubren deudas que no puedan ser pagadas por clientes, entre los que se encuentran cientos de miles de empresas que probablemente se vean obligadas a cerrar debido al impacto de la pandemia.
En materia de salud, o de vida, el impacto es mayor para las aseguradoras que en materia de seguros generales y de daños, aunque también hubo muchísimos rechazos de cobertura por exclusión expresa de pandemias, o bien por preexistencias excluidas. Por ejemplo, la causa de muerte de una persona enferma por Coronavirus no necesariamente fue por el virus en sí. Pudo haberlo sido por un defecto cardíaco, de hígado, de riñones, respiratorio, etc. y si entre esas enfermedades crónicas se encontraban activas exclusiones de cobertura por preexistencia, el paciente de la enfermedad podría verse expuesto a un rechazo de cobertura y como consecuencia a un impacto económico importante por gastos de salud. De igual forma familias podrían verse desamparadas ante el rechazo de indemnización por muerte por las mismas razones.
Bajo esta nueva realidad mundial, nos vemos obligados a analizar nuestra exposición de riesgos en base a lo aprendido, aun cuando por fortuna hubiéramos sido de aquellos que no hemos sufrido aun una pérdida durante esta pandemia. Basado en ese análisis de riesgo, es recomendable modificar la cobertura de nuestras pólizas, lo que indudablemente conllevará un alza en las primas, pero que sin lugar a dudas será un riesgo que no podemos dejar de cubrir para el futuro. Recuerden que “lo barato sale caro”.